Sebastián Sichel: “Quiero que este ministerio cambie los zapatos por los bototos”

A diferencia de Alfredo Moreno, su antecesor en el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, el sello de Sebastián Sichel en esa cartera no será La Araucanía, sino la clase media. Instalado en su nueva oficina en La Moneda, dice que el presidente Sebastián Piñera es el mejor jefe que ha tenido y que su relación con la UDi es buena, aunque recalca: “Los partidos no son dueños de los ministerios”.

Esa noche no durmió. Eran las 20 horas en Corea del Sur (en Chile eran recién las 9 de la mañana) del jueves 13 de junio y Sebastián Sichel (41) comía en un tradicional restaurante de ese país con Noh Kyoo Sung, el presidente de KPC, su equivalente de la Corfo, cuando recibió el llamado del presidente Sebastián Piñera, pidió disculpas, se levantó de la mesa y después de escuchar la oferta, dijo: “Cuente conmigo, feliz, presidente”. No hubo espacio para titubear.

Volvió a sentarse y explicó lo que había sucedido: había llegado a Corea como vicepresidente ejecutivo de Corfo y se iría de ese país como ministro de Desarrollo Social y Familia (MDSF).

Lo que vino después fue una avalancha de mails y mensajes de whatsapp que lo tuvieron prácticamente sin cerrar un ojo esa noche.

A Chile volvió el sábado 15 en la tarde y el domingo se reunió con el presidente en el refugio improvisado en la parroquia Santa Cruz de Estación Central, para participar de una agenda de Código Azul, el plan que el gobierno activa cuando las condiciones climáticas extremas ponen en riesgo a las personas que viven en situación de calle.

Han pasado cuatro días desde su nombramiento y el nuevo ministro ya está totalmente instalado en el segundo piso de La Moneda, donde se ubican las oficinas del MDSF. En los estantes ya están ordenados sus libros y las fotos de sus hijos (tiene tres hombres de 8, 5 y 2 años), dispuestas en una mesa lateral a su escritorio. “Ya estoy armado”, dice Sichel, con una sonrisa que pese a las pocas horas de sueño de los últimos días, no puede borrar de su cara.

-Había ruido hace un rato con el cambio de gabinete. ¿Se esperaba ser ministro?

-Yo estaba dedicado a hacer bien la pega en la Corfo y no estaba en mis análisis ser o no miembro del gabinete. Fue una sorpresa, una agradable sorpresa, una muy agradable sorpresa. No estaba en mi mapeo político. Y mira, lo hablé harto con mi señora cuando entré al gobierno, esto tiene que ver con mi historia personal. Cuando uno parte de mi historia, nunca estás pensando en el peldaño siguiente. Ya haber sido profesional para mí era harto (es abogado de la UC), cuando trabajé en el Sernatur ya era harto, y cuando trabajé en la Corfo era mucho más de lo que nunca había imaginado. Y ahora ser ministro es lo mismo, es un paso más, pero no es un diseño preasignado.

Sebastián Sichel tuvo una historia difícil. Durante su infancia vivió en una casa tomada en Concón con su mamá, su hermana y Saúl Iglesias, el que por esos años pensaba que era su padre. Muchas veces vivió lo que era no tener luz, ni agua, ni algo para comer. Pero tenía buenas notas y después de mucho esfuerzo logró estudiar Derecho en la UC. Hasta los 30 años no conoció a su padre biológico, Antonio Sichel, con quien forjó una relación que duró hasta su muerte, 15 días antes de asumir en Corfo.

-¿Cree que su historia personal tuvo algo que ver con su designación?

-Nadie me lo ha dicho.

-Lo dijo hoy día Cecilia Pérez: “Es un hijo genuino de la clase media”.

-No me lo dijeron en la conversación, no lo pregunté. Pero creo que lo que marcó esta decisión fue el trabajo en la Corfo. Si hay algo de lo que pueda estar orgulloso fue el trabajo en la Corfo. No tengo otro análisis y respecto a que haya otras razones, la verdad es que no lo había pensado.

-¿Le molesta que se utilice su historia personal para explicar el nombramiento?

-No, para nada. Una cosa que yo decidí cuando me cambié de apellido es que yo soy orgulloso de mi historia, que además es bien loco, pero es la de muchos chilenos, más del 30% crece en familias así. Es una historia muy extraña para el mundo de la elite, pero con mis cinco mejores amigos de colegio nos reímos porque todos fuimos criados por madres solas o familias separadas, entonces esconderlo es una tontera. Y no sé, hablar de que se utilice es una forma peyorativa de ver algo que para mí es parte de la naturaleza. Aquí en Chile, la gente cuenta orgullosa si es hijo o descendiente de un presidente, orgullosa si su familia es dueña de un viñedo, y no cuenta orgullosa la historia de una familia que se esforzó o tuvo una historia distinta. Y creo que una de las cosas más relevantes y si de algo sirve pasar por este ministerio, es al menos hacer visibles estas situaciones invisibles y normalizar las historias de vida de todas las personas. A la pregunta, mi respuesta es bien concreta: no creo que se utilice y qué bueno que Cecilia lo haya contado. No hay historias mejores que otras. No es más bonito ser descendiente de la aristocracia o un noble, que venir de una familia mapuche o una común y corriente, como la mía. Y creo que todas esas historias necesitan ser contadas.

“No soy de clase media”

-¿Cuál es la estrategia detrás de su nombramiento? ¿Siente que es una apuesta del gobierno tener a alguien que viene con una historia al otro lado de la vereda?

-No me puedo hacer cargo de la estrategia del presidente. Pero, a ver, los gobiernos  tienen que ser constructores de grandes mayorías. Y yo veo que Chile Vamos tiene un desafío gigante, que es darle continuidad a este gobierno, tal cual como la Concertación pensó cuando tenía que hacer sus políticas públicas. Tenemos que pensar en dos o tres gobiernos hacia adelante para poder construir una buena estrategia. Y para que esa continuidad sea posible, hay que ampliar las bases de apoyo. Ya se amplió cuando mucha gente como yo se sumó a este gobierno, en medio de este lenguaje bélico de las “veredas opuestas”. Pero hay que hacer de estas mayorías, estables. No creo en gobiernos que en cuatro años puedan cambiar Chile. Pienso que hay que mantenerse, y nosotros estamos en el primer peldaño.

-¿Qué le dijo el presidente cuando lo nombró en este cargo?

-El presidente me dijo que era importante para él que yo liderara esto, que había hecho un muy buen trabajo en Corfo y que además él sentía que yo entendía muy bien a la clase media. Te puedo contar lo quiero que sea la gestión, pero es el presidente quien decide, quien elige sus equipos y decide el sello que le quiere dar a un gestión.

-¿Cuál va a ser su sello? 

-Uno principal: Chile puede llegar al desarrollo en la próxima década y no nos podemos farrear esta oportunidad. Pero ese desarrollo no se entiende si finalmente no incorpora a la clase media y no es capaz de superar la pobreza en ese camino. Creo que este gobierno lo entendió. El gobierno pasado se olvidó del crecimiento como motor, pero el segundo motor tiene que ver con la igual dignidad de las personas respecto de cómo se aproximan al desarrollo. El sello es que necesitamos un desarrollo que incorpore nuevos actores, que el éxito no se concentre solo en algunos, que incluya nuevos territorios.

-Cómo se logra eso, porque suena fácil pero me imagino que en la práctica no lo es…

-¡Uf! No suena fácil, suena muy difícil (risas). ¿Cómo se logra? Con cosas súper concretas. Como gobierno lo hemos hecho súper bien en la construcción de capacidades habilitantes. Por primera vez sistematizamos la oferta pública y fuimos capaces de conocer cinco contingencias que afectan a una familia de clase media. Algo bien práctico: mi mamá en su historia y yo, muchas veces fui a un consultorio y nos encontramos sin medicamentos porque no llegan a tiempo. Entonces tenemos grandes políticas públicas, pero cuando vamos a la práctica, no funcionan. Hay que concretizar estas medidas de protección a la clase media con estándares concretos. Ser capaces de construir patrones que digan cuáles son las contingencias que enfrentan, que ya las sabemos: vivienda, educación, salud, pérdida de empleo, etc. Y ver cuál es la oferta pública o asignarle prestaciones básicas que tienen que ser cubiertas rápidamente, en la medida que se desarrolla esta red de protección.

-¿Qué habilidades tiene usted que no tiene Alfredo Moreno? ¿Qué distinto le puede agregar a este ministerio?

-Es un orgullo para mí suceder a Alfredo Moreno. Trabajé harto con él. Siento que tiene una vocación gigantesca, por ser un constructor de acuerdos y finalmente hacer algo que estaba muy perdido en la política pública chilena, que es poner a conversar a los actores en el sistema, para descubrir brechas sociales. Eso es Compromiso País, Red Clase Media Protegida y es lo que se hizo en La Araucanía. Más que diferencias, entiendo que esto es pararse sobre un cajón de manzanas que ya construyó alguien porque ahora viene una segunda fase: hay que bajar al territorio, desplegar el ministerio, tenemos que conectar al ciudadano con lo que está haciendo el ministerio y empezar a tener medidas concretas para resolver. Más que diferencias, diría que esto ha sido una evolución. Había una primera fase necesaria de construir grandes acuerdos y hay una segunda fase necesaria de que este es un ministerio todo terreno.

-Moreno hizo una gestión bien basada en empujar proyectos público-privados, bien parecido a lo que venía haciendo en el 3xi: meter a los empresarios en causas sociales. ¿Quiere continuar con esa estrategia? ¿Cuáles son sus redes en el mundo privado?

-Trabajé harto tiempo en el mundo privado: fui director de una empresa privada, fui gerente y fui emprendedor, he tenido que emitir facturas y he tenido que dirigir equipos en el sector privado. Incluso asesoré a algunos gremios como la CPC. Pero, a ver, la estrategia de colaboración es esencial. Hoy tenemos empresarios que se han comprometido con resolver brechas de pobreza. No creo en este mundo de los buenos y los malos: los que trabajamos en el sector público somos los buenos y los que trabajan en el sector privado son los malos que lucran, que se instaló tanto en el gobierno pasado y que le hizo tan mal finalmente a la construcción de confianzas de la sociedad. Siento que lo público no es solo lo estatal, es lo que todos construimos colectivamente. Y ahí Alfredo lo hizo súper bien. Los empresarios son una herramienta gigantesca para movilizar los recursos que apoyen a la clase media o a los sectores más pobres, pero creo que ahora tenemos que escuchar cuáles son las necesidades.

-¿Cómo van a hacer eso? Porque la clase media es también algo bien voluble.

-La clase media es uno de los conceptos más manoseados en política. Todos somos de la clase media. Yo personalmente no soy de clase media, sería ridículo siquiera asumirlo. Mi historia, de mi familia, del pasado, tuvo que ver con la clase media, por lo tanto, incluso conociendo parte de esa historia, siento que hoy no la conozco en lo cotidiano. Y el desafío de la política pública tiene que ver con que otra vez los actores sean los protagonistas en el diseño. Quiero que este ministerio cambie los zapatos por bototos.

La evolución social

-La salida de Moreno fue interpretada por varios sectores como una forma de quitarle prioridad al proyecto social, después de que el Plan Araucanía empezó a hacer agua. Había una especie de sensación de “saquemos a Moreno de ahí, rescatémoslo, cambiémoslo ahora”.

-No, yo creo que si algo ha quedado claro en lo que dijo el presidente el 1 de junio en la cuenta pública, si algo ha caracterizado a esta gestión, es su compromiso social. Creer que se le quitó prioridad a la agenda social cuando hace un mes se cumplieron los acuerdos con la infancia, se lanzó la red de clase media protegida, se está realizando la consulta indígena, sería un despropósito; no se contradice con la agenda pública. Y además el ministro Moreno fue un gran ministro de Desarrollo Social.

-El Plan Araucanía era el sello de la gestión del ministro Moreno. Y cuando uno lo ve en la agenda pública, sobre todo tras el caso Catrillanca, el tema bajó bastante. ¿Le fue mal a Alfredo Moreno en el empuje de esa agenda?

-No, para nada. La situación de La Araucanía tiene casi cinco siglos de historia. Y creer que un periodo de un año se va a solucionar, es imposible. ¿Por qué creo que fue un buen ministro? Porque construyó las habilidades básicas para empezar a conversar. No nos olvidemos que hace un año y medio era imposible si quiera conversar en La Araucanía. No se podían juntar en un salón un empresario, un dirigente de una comunidad o gente del sector público. Por lo tanto, lo que pasó este año es absolutamente fructífero. Y me siento protagonista porque además estuve metido con el Plan Impulsa. Y mis dos primeras reuniones, además del comité político, fueron con Jorge Atton, intendente de la región, y con los alcaldes de La Araucanía.

-¿Los mismos que quieren suspender el proceso de consulta indígena?

-No, y de hecho la conversación fue al revés de lo que hacemos siempre. Les dijimos que queremos escucharlos. Los escuchamos, y había una buena evaluación de lo que había hecho el plan Impulsa, de cómo había desatado las inversiones en el sector. Y segundo, había un diagnóstico crítico, que es bastante valioso, respecto de cómo seguir caminando.

-¿Se va a continuar con la consulta? Varios involucrados piden suspender el proceso

-La maravilla de la consulta indígena es dejar que ellos hablen, si en algo no creo es en las profecías autocumplidas. El proceso de consulta lo que busca es escuchar a las comunidades, entonces respetemos el procedimiento. El proceso particular, y por eso me gustaría que sí siga adelante, lo que se hace es escuchar a las comunidades, qué opinan respecto a las potenciales reformas. Hecha toda esa primera fase, podemos analizar lo primero. Lo que no podemos hacer, erróneamente los que vivimos en el mundo político, es desconfiar de la democracia y lo que no podemos hacer es para aquellos grupos que no están de acuerdo con los procesos, impedir que el resto opine. Prefiero en esto esperar y confiar que los mecanismos que nosotros mismos nos hemos dado son los que diriman, y en eso estamos.

La UDI y la propiedad de los partidos

-¿Qué le parece estar sentado en un ministerio emblema de la UDI, creado por Miguel Kast?

-Los ministerios no son emblema de nadie. Una cosa buena de esta mirada republicana de Chile es que nadie, ni los ministros que ejercen los cargos, ni los partidos son dueños de los ministerios, son parte del Estado. Me siento parado en un emblema de lo que han sido las políticas sociales de Chile. Y sí, pasó gente de la UDI y he hablado con ellos, y lo mismo de la DC y otros partidos. Tenemos que cuidar harto el lenguaje de esto. Los ministerios no son de la coalición que gobierna, son de todos los chilenos. Los que estamos acá estamos de prestado haciendo lo mejor posible.

-¿Cómo es su relación con la UDI? Han sido bien críticos…

-Acá hay algo de mitología, porque han sido bien críticos, pero Jacqueline van Rysselberghe dijo que no tenía problemas con mi nombre, no es un tema personal. Mi relación ha sido muy buena. Y no nació de ahora, viene de la Corfo y ha sido muy contributiva, como también con RN, con Evópoli y el PRI. La UDI tiene el legítimo derecho a aspirar que algún militante suyo esté en este u otro ministerio como lo tenían los otros partidos. Pero es una decisión del presidente.

-¿Milita en algún partido hoy?

-En ninguno.

-¿Se fue definitivamente de Ciudadanos? ¿Etapa superada?

-Sí, me fui 100% de Ciudadanos. O sea, me fui yo y 350 personas.

-¿Volvería a militar en un partido político?

-En su minuto, por supuesto. Creo que la política se hace de los partidos y que esa institucionalidad es súper importante porque, si no, caemos en los caudillos o en el populismo. He salido de dos partidos en los últimos siete años y estoy en un proceso de reflexión. Por ahora, lo más importante para mí es ser un buen funcionario de gobierno.

-¿Ha hablado con Andrés Velasco después de su nombramiento?

-No.

-¿La relación está totalmente cortada?

-Sí. O sea, conmigo y con otros.

-¿No hubo un whatsapp? ¿Felicitaciones?

-Hay algo bien especial ahí. Con un grupo de 15 o 17 personas que trabajamos duramente con él, él cortó relaciones para siempre porque no teníamos la misma mirada política del futuro. Yo en general tiendo a tener los mismos amigos hace veinte años, varios hoy día parlamentarios de la UDI, que fuimos amigos en la universidad, de Renovación Nacional e incluso de Revolución Democrática, que fuimos una generación de la Católica, seguimos siendo amigos, nos vemos en los cumpleaños… Pero él ve la política desde lo personal.

-¿Le gustaría ser presidente en algún minuto?

-No, jamás me he planteado esa posibilidad. Soy de aquellos a los que nunca le llevaron desayuno a la cama y le dijeron usted va a ser presidente de Chile. A mí me decían “usted estudie para terminar el colegio”. Mi única aspiración hoy es ser un muy buen ministro y que mi gestión mejore la calidad de vida de las personas con las políticas sociales que hacemos.

El mejor jefe

Cuando Sebastián Sichel estaba en cuarto básico en el colegio parroquial de Concón, le tocó exponer sobre los presidentes de Chile. Se los aprendió de memoria y se obsesionó con la historia. “Todavía mis amigos de Concón se acuerdan de eso”, cuenta.

-¿Qué sintió al entrar en La Moneda el lunes?

-Llegué con una mochilita, como soy, sin corbata porque en general no me gusta usarla, y entré a La Moneda y nada, así fue. Pero para mí es simbólico lo que, en mi humilde cargo dentro de esta estructura de gobierno, puedo hacer para construir otra vez esa mirada de optimistas del pasado y protagonistas del futuro como país. Y eso tiene que ver con los acuerdos, como una forma de hacer las cosas con una mirada estratégica. Nos va mucho mejor cuando nos ponemos de acuerdo, cuando hacemos reformas y entendemos que tienen que ser graduales, de prueba y error, y sobre todo cuando dejamos de pegarnos codazos y empezamos a darnos abrazos en política. Eso es súper importante.

-¿Cómo es su relación con Sebastián Piñera?

-Lo conocí antes de entrar a la Corfo, cuando lo apoyamos con Ciudadanos en su minuto, pero no había tenido una relación personal. Es el mejor jefe que he tenido, es desafiante, e intelectualmente me encantan los jefes desafiantes. He trabajado en el sector privado durante seis años, en la universidad cinco y en el sector público otros cinco. Y ha sido el jefe más desafiante porque es cuestionador, te corre la frontera. Mi aprendizaje es que hay que estar preparado para trabajar con él y por lo menos eso a mí me gusta.

-¿Le costó dejar Corfo?

-Sí, la verdad que sí. Tuve una despedida preciosa en la Corfo. Me costó. Pero siento que cambié los emprendedores de negocios por quienes son los máximos emprendedores en Chile: aquellos que se levantan todos los días, viajan dos horas en una micro para llegar al trabajo para juntar la lucas y pagar la alimentación de su hijo, y que al otro día tienen que levantarse a esa misma hora, que tienen pocas vacaciones.

-Si Start-Up Chile fue el sello de Hernán Cheyre en Corfo y el litio el de Eduardo Bitran, ¿cuál fue el suyo?

-Corfo sin peaje y cercana. Lo que hicimos fue un proceso de modernización, pasamos de una institución que parecía un banco y que otorgaba subsidios y créditos, a una Corfo que trabajaba en emprendedores y emprendimiento. En la despedida me cayeron algunas lágrimas. Tenía una relación cercana con todos. Yo peleaba para que no me dijeran vicepresidente, me dijeran Sebastián.

-¿No le gusta que le digan ministro?

-Me parece raro. Yo entré a la Corfo como Sebastián. Entré a La Moneda como Sebastián y voy a salir como Sebastián. Una de las grandes cosas que me ha enseñado la vida en todos lados, y por eso he pasado por el sector privado, el académico, el público, es que finalmente uno está siempre en tránsito en estas cosas y tiene que dejar la huella respecto a lo que hace, no respecto al cargo que ocupa.

-Pero hay un tema de autoridad también.

-Por supuesto. Pero nuestra principal autoridad tiene que ver con hacer las cosas bien. Prefiero que el respeto sea por hacer bien la pega.

-Hay una campaña en redes sociales para que su sucesora en Corfo sea Rocío Fonseca. ¿Cree que sería una buena carta?

-No me corresponde opinar de eso. El presidente es quien está a cargo y quien elige a las autoridades.