Patricio Aylwin Azocar, convicción política y doctrina.

Por iniciativa de Patricio Walker, quien termina su período como presidente del Senado, la Biblioteca del Congreso editó el libro “Patricio Aylwin Azócar. Una vida republicana: convicción, política y doctrina”, el que será presentado el 11 de marzo en la sede del Congreso en Santiago por Walker, la ex senadora Soledad Alvear y el ex Presidente Ricardo Lagos. Ese día se cumplirán 26 años del momento en que Aylwin, ante el Congreso Pleno recién instalado, asumió la Presidencia de la República, punto de partida de la reconstrucción democrática.

A los jóvenes de hoy la dictadura les parece prehistoria. Nacieron y crecieron en condiciones de libertad, por lo que sienten que esa es la forma natural de vivir. Qué bueno que sea así. Pero necesitan saber que la democracia que tenemos fue el fruto de la lucha y los sacrificios de mucha gente, y que el camino nunca estuvo pavimentado.

Al convertirse en Jefe del Estado, Aylwin entendió que su misión era conseguir que Chile avanzara hacia la paz, la libertad y el derecho, lo cual exigía dejar atrás el espíritu de trinchera y trabajar por el reencuentro de todos los chilenos, de “civiles y militares”, como él dijo con energía en su discurso en el Estadio Nacional el día que asumió.

Un mes después de iniciar su mandato, Aylwin informó de su decisión de constituir la Comisión de Verdad y Reconciliación, conocida más tarde como Comisión Rettig, a la cual le encomendó la tarea de establecer la verdad sobre las violaciones de los derechos humanos con resultado de muerte, y crear condiciones para lograr la mayor justicia posible.

Pese al desacuerdo de los jefes militares e incluso las aprensiones de algunos de sus colaboradores, no dudó en dar ese paso, convencido de que, si Chile no enfrentaba la verdad, no podría avanzar hacia una nueva convivencia. Tenía toda la razón.

Un reto muy complejo fue el de las acciones terroristas de los grupos armados de ultraizquierda, una de las cuales fue el asesinato del senador Jaime Guzmán, en abril de 1991, y cuyos efectos políticos pudieron ser devastadores. La conducción serena y firme de Aylwin, y la colaboración de la mayoría de las fuerzas políticas, permitieron que el proceso de democratización no se interrumpiera.   

Todo pudo ser más problemático si la naciente democracia no hubiera estado asociada a una experiencia de buen gobierno. Ello fue posible porque la coalición liderada por Aylwin no se equivocó de camino: buscó asegurar al mismo tiempo el crecimiento económico y la inclusión social, en primer lugar la reducción de la pobreza, y bregó por articular la cooperación entre el Estado y el capital privado. Por esa vía, el país progresó sostenida y sólidamente.

Aylwin puede ser llamado, con toda justicia, el padre de la transición democrática. Encarnó un liderazgo de hondo sentido ético, que se orientó a pacificar el país, curar las heridas de la represión, reconstruir el Estado de Derecho, restablecer el pluralismo y el diálogo, crear en suma las condiciones para que la democracia echara raíces firmes. Él ya entró con honores en la historia de Chile. Merece nuestro reconocimiento.

Fuente: http://voces.latercera.com/2016/03/03/sergio-munoz/aylwin/